el valor de la imperfección

A estas alturas, no hará falta que os cuente lo que me gusta a mí lo artesanal, el DIY, el reciclaje o el regalar #hechoamano, ¿verdad?
Pero es que la reflexión sobre el valor de las cosas hechas por uno mismo, no podría faltar en nuestros #12pequeñoscambios. Plantearse hornear nuestro propio pan, tejer un jersey o coser nuestra propia ropa, forma parte de las pequeñas decisiones que tomas cuando empiezas a caminar hacia un consumo más sostenible.


Por suerte, aún hay técnicas que no se pueden mecanizar. El problema es que hemos pervertido tanto el consumo, que incluso sabiendo que son artesanales, hay quién consigue venderlas a precio de industrializadas. Dejemos de engañarnos, si compras por ejemplo, una pieza de ganchillo o una de cestería, a precio de “granditex”, probablemente haya sido confeccionada en parte, o totalmente a mano, en la otra punta del mundo, a precio de explotación. 

Prueba a hacerla tú mismo en casa. Verás que sólo el material ya es más caro que la pieza completa. Además del tiempo que invertirás en aprender la técnica, en perfeccionarla. El tiempo de elaboración de la pieza, incluso si ya dominas la técnica. Experiméntalo en tus propias carnes y jamás volverás a decir que los precios de un producto artesanal son caros.

Entonces, ¿no merecería invertir en tratar de mecanizar todo? Pues no. Enseñar a nuestros hijos el valor de lo #hechoamano, es enseñarles también a huir del consumismo inmediato y desenfrenado.
Es enseñarles a valorar el tiempo y el esfuerzo qué dedicas en escoger las palabras de una dedicatoria, en hacer un dibujo, en lugar de comprar una postal, en coser un bolso con tu nombre bordado, en lugar de comprarte el de plástico con el superhéroe de turno.

Es enseñarles a crear, cuidar y reparar tus juguetes como si los hubieras diseñado, fabricado y pintado tu mismo, y te hubiera costado un gran esfuerzo.


Claro que es más fácil ir a la mejor pastelería y encargar la última tendencia. Pero es infinitamente más divertido intentar ser cada año más original que el anterior preparando la mona de pasqua a tus sobrinos. Buscar la receta, ir a comprar los ingredientes, fracasar estrepitosamente intentando imitar la decoración de un precioso pastel de pinterest e improvisar una decoración de última hora con dos trozos de cartón. Todos acaban implicándose en una parte o otra del proceso y acaba siendo una tradición familiar.
Me gusta la idea de que mis hijos me recuerden tejiendo en mi esquinita del sofá. Qué recuerden a su padre cocinando hasta las tantas un bizcocho multicolor con cuerno de unicornio de foundant o un emojicake, para sorprender a su ahijada. Los ratos que pasamos jugando con una caja de cartón convertida en cocinita, o lavadora, o caja registradora, o casa, o barco, o lo que sea que aún no se nos ha ocurrido aún.
En estos tiempos de inmediatez, vale la pena enseñar a nuestros hijos el valor de lo que podemos hacer nosotros mismos, de lo #hechoamano. A valorar las imperfecciones de lo artesanal, y el aprendizaje lento y lleno de ensayo error que requiere aprender una técnica,  respecto a lo que podemos comprar a golpe de click. Que llega al día siguiente a casa aunque esté fabricado en la otra punta del mundo. Que viene, obsolescencia programada mediante, diseñado para durar poco y ser irreparable al primer fallo. Que es aparentemente, perfecto y sin tacha, pero exactamente igual que el del vecino del quinto, el compañero de judo y el de media ciudad. Igual de impersonal y con cero (o escaso) cariño incorporado al proceso de elaborarlo. 


La diferencia está en el amor, la paciencia y el tiempo que añades a un objeto cuando está hecho a mano. La diferencia está en valorar la imperfección.

Comentarios

  1. Me encanta leer tus reflexiones, son tan acertadas y me siento tan identificada con ellas que al mismo tiempo me pregunto ¿de verdad hay quien no piense así? ¿quien necesite que le digan estas cosas porque si no, no las percibe? Ojalá pongamos todos en práctica estos 12 pequeños cambios.

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