Este has sido un aniversario raruno.
No soy una gran anfritiona y aunque a mi madre le encantaba llenar la casa de primos, a mí, ser yo la que invita y tiene que preparar el ágape, me estresa mucho. He salido antisocial, que se le va a hacer.
Pero hay dos sonadas excepciones, los aniversarios de mis hijos. Al ser final de invierno aprovechamos para hacer una calçotada. Se hacen los calçots y el aperitivo al aire libre y luego entramos a un pequeño cubierto con chimenea que tenemos en un anexo a una masia casi en ruinas de la familia.
Este año, repetimos la fórmula para el de A. en febrero y nos hizo un día maravilloso.
El plan era celebrar igual la llegada de la primavera para el de N. Pero el coronavirus nos confinó en casa.
Cómo, de un tiempo a esta parte, compramos los juguetes de segunda mano, los regalos estaban comprados una semana antes. Y suerte, porqué de haberlo dejado para última hora nos hubiera pillado con las jugueterias cerradas.
Pero la cosa era celebrarlo y dosificar las sorpresas. Preparamos la pancarta de la que normalmente se encargan los primos, instalamos banderines en la sala. A. y R. Los amigos del cole inundaron el buzón electrónico de videos con feicitaciones.
Abrimos los regalos con los abuelos al telefono, que se las ingeniaron para que también tuvieramos algún libro extra directamente sacado de las estanterías de los libros que no nos atrevemos a tirar porqué nunca se sabe.
Y luego, teleconferencia con los primos al soplar las velas. No es lo mismo tenerlos en esa pequeña pantalla que en directo, pero estuvieron y es lo importante.
La foto familiar está y N. sale tan feliz cómo siempre, qué es un niño que no pierde la sonrisa ni aunque se le caiga la cas encima. La de lecciones que estoy aprendiendo de él estos días.
Cuando pase todo esto habremos acumulado unos cuántos aniversarios más y la fiesta familiar será sonada. Pero siempre recordaré sus cinco cómo una fecha muy especial.
Apenas llevabamos una semana de cuarentena, pero celebrar separados de amigos y familiares nos enseñó rápido que lo que importa y lo que verdaderamente necesitamos son las personas y no las cosas.
Fué un aniversario raruno, pero merece también ser recordado.
No soy una gran anfritiona y aunque a mi madre le encantaba llenar la casa de primos, a mí, ser yo la que invita y tiene que preparar el ágape, me estresa mucho. He salido antisocial, que se le va a hacer.
Pero hay dos sonadas excepciones, los aniversarios de mis hijos. Al ser final de invierno aprovechamos para hacer una calçotada. Se hacen los calçots y el aperitivo al aire libre y luego entramos a un pequeño cubierto con chimenea que tenemos en un anexo a una masia casi en ruinas de la familia.
Este año, repetimos la fórmula para el de A. en febrero y nos hizo un día maravilloso.
El plan era celebrar igual la llegada de la primavera para el de N. Pero el coronavirus nos confinó en casa.
Cómo, de un tiempo a esta parte, compramos los juguetes de segunda mano, los regalos estaban comprados una semana antes. Y suerte, porqué de haberlo dejado para última hora nos hubiera pillado con las jugueterias cerradas.
Pero la cosa era celebrarlo y dosificar las sorpresas. Preparamos la pancarta de la que normalmente se encargan los primos, instalamos banderines en la sala. A. y R. Los amigos del cole inundaron el buzón electrónico de videos con feicitaciones.
Abrimos los regalos con los abuelos al telefono, que se las ingeniaron para que también tuvieramos algún libro extra directamente sacado de las estanterías de los libros que no nos atrevemos a tirar porqué nunca se sabe.
Y luego, teleconferencia con los primos al soplar las velas. No es lo mismo tenerlos en esa pequeña pantalla que en directo, pero estuvieron y es lo importante.
La foto familiar está y N. sale tan feliz cómo siempre, qué es un niño que no pierde la sonrisa ni aunque se le caiga la cas encima. La de lecciones que estoy aprendiendo de él estos días.
Cuando pase todo esto habremos acumulado unos cuántos aniversarios más y la fiesta familiar será sonada. Pero siempre recordaré sus cinco cómo una fecha muy especial.
Apenas llevabamos una semana de cuarentena, pero celebrar separados de amigos y familiares nos enseñó rápido que lo que importa y lo que verdaderamente necesitamos son las personas y no las cosas.
Fué un aniversario raruno, pero merece también ser recordado.
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