Pues así me siento, ralentizada. Incapaz de avanzar y ponerme retos.
Podrías pensar que es el ritmo que impone la pandemia, pero creo que es un mal que me acecha cada verano. No sé si es el calor o el insomnio, pero siempre me pasa igual, todo me da pereza y me siento tremendamente improductiva.
Debería aceptar que mi cuerpo pide vacaciones, silencio, parar y no hacer nada. Pero en este mundo de infarto, no hacer nada equivale a ser/sentirse inútil.
Las fotos, nada que ver con el texto, son del regalo que preparé para el último bebé que nació en la familia. Recién empezaba el postconfinamiento, no recuerdo ya la fase, pero me encantó tener que preparar esos detalles en casa, con los materiales de los que disponiamos, sin comprar.
Reconozco que aprender a coser a máquina ha sido para mí terapéutico. Necesito estar en aprendizaje continuo, no me gusta ser experta de nada y en cambio me encanta ser chapucillas en todo. Intentarlo, aceptar la imperfección y saber rectificar a tiempo, cultivar la paciencia y la constancia. Ha sido mi pequeña victoria de estos días.
No tengo fuerzas para grandes cambios y grandes retos, pero no quiero quedarme rezagada y no llegar al agua. Avanzo lento, y siento que el calor me puede, que todos avanzan más que yo, pero seguiré intentando no pararme y con suerte, aunque sea más tarde, más cansada y más sedienta, quizá la tortuguita también llegue a la meta. ¿Me esperareis?
pd: el patrón de la tortuga es de picapau y es gratuito
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