Será porque soy una romántica, será porque soy análogica o porqué no me gusta la velocidad, pero a veces me vienen ganas de abandonar todo eso que venimos llamando redes sociales, con esa sensación derrotista de que no compensa.
Pero luego me acuerdo de todo lo que he ganado gracias a ellas. De esas amigas a las que aún no abracé pero que ya forman parte de mi día a día, que se acuerdan de mí cuando leen un libro, o tejen un patrón que les gustas o les sobran 50 gr de la lana que tantas ganas tengo de probar. Y simplemente, me lo envian.
Todo lo que das, lo recibes, aunque sea a destiempo. Aunque a veces parece que las desgracias nunca vienen solas y estés en una de esas etapas en las que parece que todo lo malo te ha tocado a ti. La tormenta pasa, y luego, llegan también las cosas buenas, la correspondencia.
O cómo en aquella última década lenta en la que crecí, en las que teníamos penpals para aprender idiomas, dónde la respuesta a una carta o una llamada, la resolución que tanto esperabas, llegaba a menudo con retraso, o se perdía. Porqué aunque a veces nos impacientemos y parezca que no llega respuesta alguna, algunas personas nos inspiran de una manera que ellos nunca llegarán a saber. Y puede que tú, sin saberlo, al compartir una imagen, un pensamiento, una idea, una receta, una queja... en tus perfiles, seas inspiración para algún otro, que se sienta en ese momento, correspondido.
El bordado que ilustra este post se lo envié a una de esas inspiradoras personas que entraron a mi vida gracias a las redes. Espero que le guste y lo cuelgue en un lugar donde pueda detenerse a mirarlo cuando necesite que algo le arranque una sonrisa.
que bonito
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