letras




Esta historia empieza con ese deseo en voz alta de aprender por fin a usar la máquina de coser.
Máquina que justo estaba en mi casa cuando empezó el confinamiento junto con unos trozos de loneta y alguna sabana vieja, para que pudiera practicar.


Sigue con un montón de #CVCQ (culo veo culo quiero) de todo lo que polula por instagram últimamente. 
Postergado con la excusa de que faltaba la cremallera y la entretela, hasta que llegó la fase0 o la 1, que ya perdí la cuenta, y ya se podía pedir cita previa en la merceria del pueblo.
Ahí ya sí que me puse a estampar la tela con unos sencillos tampones de letras y a ver en bucle el tutorial de galeria urania y algunos otros ejemplos en pinterest.


Y ni tan mal oye, que hasta de añadí forro y una pequeña solapa (qué quedó algo torcida) y ya tengo nuevo estuche para mis enseres de eterna estudiante, que estaban aún en uno artesanal que me compré en Bolivia, cuando construía una escuelita y qué, tras 20 años, ya merecía un retiro el pobre.


Encantada de haber sido un poco más autosuficiente, no caer en la compra compulsiva y haberlo cosido yo misma.







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